Un nuevo nacimiento
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Juan 3:3.
Para Nietzsche, lo natural en el hombre es la voluntad de poder, de dominar a otros, de hacer la propia voluntad caiga quien caiga. Él condena al cristianismo porque enseña valores “falsos”, como la abnegación, la igualdad social, el altruismo, la humildad, la mansedumbre y la solidaridad, que son antinaturales. Lo que realmente es natural en nuestro fuero más íntimo es el egoísmo, afirmar el yo, satisfacer nuestros propios deseos, arrebatar, conquistar, ganar, poseer.
Y ¿sabes una cosa? Nietzsche tenía razón. Desde que nuestros primeros padres cayeron en pecado en el Edén, lo natural en nosotros es el egoísmo en su estado más puro. La moral cristiana ciertamente es una moral “contra natura”: va en contra de la tendencia natural del hombre hacia el mal. Ser cristiano es ser antinatural y revolucionario: es ir en contra de nuestra propia naturaleza caída y de muchos valores sociales.
Nuestro Señor Jesucristo le dijo a Nicodemo (imagino que con un tono compasivo), y a través de esta conversación a nosotros: lo que nace de la naturaleza humana tiene el sello de la caída, del germen del mal, el egoísmo, el pecado, que está en el centro de tu naturaleza. Por eso, es imperioso, para poder ingresar en el Reino de los cielos, en esa vida mejor, superior, pura y noble que Dios te ofrece aquí y en la eternidad, que haya un milagro de re-creación en tu vida. Que vuelvas a ser creado espiritualmente; que vuelvas a nacer. Tienes que empezar todo de nuevo: romper tus paradigmas humanos, abandonar tus preconceptos, tu visión meramente humana de la vida, para ver la realidad como Dios la ve, con sus propios valores y principios, que son totalmente ajenos a lo que dicta la naturaleza humana. Tienes que estar dispuesto a experimentar un cambio radical.
¿Cómo puede realizarse esto? Solo por un milagro de creación. El mismo poder que creó el universo es el que, de la nada, puede crear vida espiritual donde no existe. Y la Persona divina encargada de lograr esta “regeneración”, este nuevo nacimiento, es el Espíritu Santo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5).
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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