Presionado hasta los límites
Y luego el Espíritu le impulsó al desierto. Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían. Marcos 1:12, 13.
Jesús, aunque como Dios era impecable y perfecto en sí mismo, como hombre y como nuestro Salvador, a fin de poder cumplir su misión fue perfeccionado mediante aflicciones: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Heb. 2:18); “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos” (Heb. 2:10).
Nuestro Señor se sometió a la prueba y la tentación. En realidad, este episodio en el desierto de la tentación no es sino una pequeña representación del conflicto permanente con los poderes demoníacos que sostuvo durante toda su existencia terrenal, desde el pesebre hasta el Calvario. Toda su vida fue una vida de lucha, de tentación, de presiones espirituales y morales, que lo único que lograban era revelar con mayor esplendor la grandeza sublime de su carácter.
Algunos piensan que, por tener poderes divinos y por no poseer una naturaleza caída, con tendencia al mal, Jesús corrió con ventajas sobre nosotros al enfrentar la tentación, pues no poseemos sus poderes intrínsecos y cargamos con una naturaleza pecaminosa. Pero ¿sobre quién deberá Satanás ejercer mayor presión, sobre quién deberá desplegar su mayor poder infernal para hacer caer y destruir? ¿Sobre los pobres mortales caídos que somos nosotros, que cedemos muy fácilmente ante sus tentaciones, o sobre alguien que resiste hasta el infinito su presión satánica? Creo que nunca llegaremos a comprender cuánta presión espiritual, cuanta agonía psíquica y moral padeció Jesús en su lucha con Satanás, ya que este tuvo que desplegar todo su poder y sus recursos diabólicos, hasta sus límites, con tal de hacer caer a Jesús, y no lo logró. El grado de presión que soportó Jesús es proporcional al grado de su victoria absoluta sobre el mal, que nosotros todavía no conocemos. Y toda esta tortura la padeció por amor a nosotros. ¡Qué extraordinario Salvador tenemos!
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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