Abstinencia total: la única seguridad
¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, para los que van buscando la mistura. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Proverbios 23:29-31.
Si fueras en auto por una montaña, atravesando por un desfiladero, ¿cuál sería la conducta más segura? ¿Arrimarse lo más cerca posible al precipicio para demostrar cuán bien sabes manejar, cuánto control tienes sobre tu vehículo? ¿O alejarte lo máximo posible de él? No obstante, a diferencia de lo que haríamos en el caso mencionado, muchos seres humanos tienen la tendencia a jugar con su suerte, y adoptan conductas temerarias, incurriendo en la ingestión de sustancias nocivas, con la idea de que lo importante es saber medirse.
Sin embargo, muchos de los que hoy son fumadores y/o bebedores empedernidos, o adictos a las drogas, no empezaron siéndolo, sino tan solo probando, con la idea de que ellos sabrían medirse y controlarse, llegado el caso. Pero ¿por qué tentar a la “suerte”? Y, aun cuando alguna persona probadamente haya podido saber medirse, puede suceder que, ante alguna situación crítica de la vida, no le será difícil recurrir a estas sustancias como consuelo, vía de escape o compañeras de infortunios.
Por otra parte, está comprobado que aun con la menor cantidad consumida de alcohol o drogas, siempre hay daño neuronal, y lo más triste es que las neuronas perdidas, a diferencia de otras células, no se recuperan.
Por eso, la Palabra de Dios, en los versículos de reflexión para hoy, nos aconseja mantenernos alejados de estos elementos perjudiciales para la salud. Es cierto que no hay en la Biblia una declaración explícita que prohíba la ingestión mínima de alcohol, por ejemplo. Pero, los principios de cuidado del templo del Espíritu Santo, que hemos visto, junto con la recomendación de hacerlo todo para la gloria de Dios, son suficientes para hacernos entender que el hijo de Dios, el cristiano, seguidor e imitador de Cristo, está llamado a una vida superior, pura y limpia de todo lo que la contamine: “Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Cor. 7:1).
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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