Comunicación: la blanda respuesta
La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor. Proverbios 15:1.
Como sabes, muchísimos de los problemas de relaciones interpersonales tienen que ver con fallas en la comunicación. En la relación de pareja, especialmente, esto es muy delicado.
Muchas personas parecen creer que frente a los problemas, a las diferencias de opinión, a las actitudes que molestan o les ofenden, el mejor camino es callarse, “tragarse” los disgustos. Pero, nuestro texto de hoy no habla de silencio sino de una “respuesta”; solo que a este sustantivo lo hace preceder del adjetivo “blanda”. Es la “blanda respuesta” lo que calma la ira, y no el silencio represor de nuestros sentimientos.
Es cierto que hay ocasiones en que no queda un camino mejor que el silencio, por lo menos cuando la situación está “en caliente”, porque por más que hablemos mansamente en ese momento la persona airada está en una situación emocional que no le permite escuchar. Habrá que dejar que pase “el calor”, y escoger un momento adecuado para poder expresarse. Pero la represión de los propios sentimientos de disgusto, de nuestras propias opiniones y puntos de vista, muchas veces se transforma en impotencia, frustración, resentimiento o angustia. Podemos usar máscaras de urbanidad para ocultar nuestro malestar, pero no solamente nos estaremos haciendo daño a nosotros mismos sino también, tarde o temprano, estallaremos en cólera, y la relación empeorará.
La comunicación tiene dos vías: el emisor y el receptor, que a su vez debe convertirse en emisor cuando “responde” a lo comunicado por el primer emisor. Si uno solo de los dos es emisor, no solo no habrá una buena comunicación, sino también el receptor se convertirá en una persona servil, sometida, dominada y llena de angustia. Por eso, el consejo bíblico es “responder”, lo que implica comunicarse. Pero responder a la manera de Cristo, con suavidad, mansedumbre, aunque con firmeza.
No dejes de dialogar con todas tus relaciones de una manera abierta y franca. Fomenta en ti y en ellos la comunicación. No se guarden las cosas que molestan, y procura que tu palabra sea “siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder” (Col. 4:6).
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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