Con amigos así, ¿quién necesita enemigos?
Como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros. Romanos 2:24.
Por otra parte, quizá la estrategia magistral de Satanás para borrar a Dios de la conciencia del hombre de Occidente haya provenido de los mismos creyentes a través de la historia.
El enemigo se las ha ingeniado para infiltrarse en el pueblo de Dios, y corromper por dentro la religión. Ha instilado una imagen totalmente distorsionada del carácter de Dios y de la relación que los creyentes debemos tener con él, instalando el miedo a Dios o el interés como las motivaciones primarias del fenómeno religioso. Ha transformado la religión en una experiencia castradora del espíritu humano, y ha mezclado intereses políticos y económicos. El icono histórico más representativo de este tipo de religión enfermiza y enfermante ha sido la Inquisición, en la Edad Media, con su persecución psicológica, moral, espiritual y física; con sus torturas, hogueras y masacres “en nombre de Dios”.
Si le sumamos la forma chabacana, delirante, que tienen los cultos de muchas iglesias cristianas recientes, donde hay un casi total abandono de la razón, y se brinda un espectáculo que da “vergüenza ajena”, no es de extrañar que tanta gente le tenga “alergia” a Dios y a lo religioso.
Además, el estilo de vida secularizado de muchos creyentes sumado a la falta de compromiso social que tienen muchos de ellos, cuya única preocupación es su salvación individual y a lo sumo la de sus seres queridos, pero sin genuina preocupación por el prójimo, también pareciera revelar, para los incrédulos, la ausencia de Dios del mundo.
Por eso, el gran compromiso del cristiano es vindicar el nombre de Dios con una fe racional, basada en evidencias; una fe sensata, basada en la Palabra de Dios y el sentido común; una fe comprometida con representar el amor de Dios en el mundo mediante una vida consecuente con el cristianismo y un servicio de amor en favor de los necesitados.
Es nuestra misión, como cristianos, revelar a Dios al mundo, no solo mediante nuestra predicación oral, sino principalmente mediante nuestra propia vida, que lo glorifique en la Tierra.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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