Reflexiones para tí.

Sisac rey de Egipto

Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén en el quinto año del reinado de Roboam, y saqueó los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Se lo llevó todo, aun los escudos de oro que Salomón había hecho. 1 Reyes 14:25, 26.

“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”, dice el refrán popular. Roboam no aprendió nada de la actitud de Jeroboam y, teniendo “en la mano” el verdadero culto, el verdadero Templo, el verdadero Dios, eligió vivir la misma falsa adoración de su vecino del norte. Su ejemplo cundió por el pueblo, que llegó al extremo de practicar la prostitución sagrada.

En esas circunstancias aparece Sisac, rey de Egipto: el instrumento que Dios utiliza para castigar al pueblo desobediente.

En unos pocos días, Roboam perdió todos los tesoros del Templo que su padre, Salomón, había demorado años en construir. La Biblia utiliza, como ejemplo de esa pérdida, los escudos de oro que el antiguo rey había hecho. El relato dice que ahora el rey mandó hacer escudos de bronce, y los puso al cuidado de los soldados que custodiaban el Templo. Perdió oro, se conformó con bronce. Cuando estamos en pecado, siempre nos tenemos que conformar con menos.

Por más que, mirando rápido y sin demasiado cuidado, un poco de bronce puede brillar como oro, la comparación no resiste el más mínimo examen. No quieras vivir tu vida espiritual con bronce como si fuera oro, porque –además de mentir– nunca conseguirás engañar a Dios.

¿Te acuerdas del comentario del apóstol Pablo en Gálatas 6:7? Exactamente eso: Dios no puede ser burlado. Él sabe exactamente qué es de oro en tu vida, qué es de bronce y qué es de latón. Él te conoce profunda, total y absolutamente.

Sisac no era un rey que tuviera tanto más poder que sus antecesores en el trono. Los reyes anteriores, durante los reinados de David y de Salomón, ni siquiera pensaron en atacar al reino de Israel. Es verdad que el último se había casado con la hija del faraón, lo que podría transformar a Sisac en un “tío político” de Roboam; pero la cuestión no era familia, era poder militar y cuidado divino. Sin el último, el primero no tiene valor.

Sisac no tendrá ningún poder sobre ti, si te mantienes bajo la protección divina. Fácil y claro, ¿no?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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